Su presencia lo invadió todo en el momento en el que entró en la consulta de Brisbane. Alto e imponente, pero con encanto y calidez; todo lo que un médico debería tener. Cate tuvo que controlarse a sí misma. No estaba preparada para sentir otra vez.
Aun así, la pasión y la ternura eran dos cosas que compartían, y si Cate podía, poco a poco, superar sus miedos, ¿por qué él no podía?
Como médico, Cate comprendió que algo no marchaba bien y que necesitaba convencer a ese hombre de que podía ser paciente y doctor a la vez, de que su amor podía proporcionarle una cura muy especial.