Una joya… en su cama.
Tristan Bennett era alto, atractivo y enigmático. Y Erin, joyera de profesión, no sabía si era un brillante o un diamante en bruto.
Tristan disponía de una semana libre y accedió a acompañar a Erin a las minas australianas a comprar piedras preciosas.
Una vez que Erin y Tristan emprendieron el viaje, la atracción que sentían el uno por el otro les traía locos.
Erin sabía que eso solo le acarrearía problemas, a menos que ambos pudieran controlar su mutua pasión.