La muerte per se, se ha convertido en nuestro mayor limitante en el tiempo, principalmente cuando observamos nuestras vidas desde la parafernalia de nuestra vanidad, la cual está majestuosamente gobernada por nuestro egocentrismo hipertrofiado. Aquellos valores con los que nacimos, basados en la esencia de “ser” y en la plenitud de “estar”, se han transfigurado en una extraña y apasionada atracción hacia la materialización de lo que tenemos y la superficialidad de lo que deseamos…, en la utilización del prójimo y en el chantaje emocional de aquellos con quien compartimos en la búsqueda de lo que queremos y que no hemos todavía obtenido… Así tengamos una tendencia espiritual en el pensar, en el sentir y en el actuar, así como un balance orgánico disciplinado en nuestras dinámicas existenciales de nuestras vidas… no podemos esconder el temor hacia nuestro mayor limitante en el tiempo: “la muerte”