Un zapatero se había empobrecido de tal modo que finalmente no le quedaba más cuero que para un solo par de zapatos. Los cortó una noche, con el propósito de coserlos y terminarlos al día siguiente; y como tenía tranquila la conciencia, se acostó plácidamente. A la mañana siguiente, rezadas ya sus oraciones y cuando iba a ponerse a trabajar, encontró los dos zapatos ya terminados. Una historia que habla sobre la ayuda que reciben quienes se esmeran en sus trabajos. Ilustraciones a color: Cecilia Almarza.