Esta edición de Portavoz de la Gracia se titula El Día del Señor. Ese día maravilloso es –o por lo menos debiera ser—una muestra de la gloria divina y del reposo eterno que le espera a todos los escogidos de Dios. ¡Qué bendición es que Dios haya ordenado las cosas de manera que una vez por semana, después de seis días de trabajo, tengamos un día dedicado a él, una séptima parte de nuestro tiempo, que pasamos gloriosamente con Aquel que nos ama y se entregó por nosotros!
Este número empieza con Arthur W. Pink, quien nos da un vislumbre del origen de tener seis-días-de-trabajo y un-día-de-reposo que Dios estableció en su obra todopoderosa de la creación. J. C. Ryle ofrece abundantes pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento que fortalecen y avalan el fundamento del séptimo día de reposo y el primer-día-de-la-semana como Día del Señor. Thomas Boston nos brinda una breve exposición del Cuarto Mandamiento, mientras que Benjamin B. Warfield establece un fundamento bíblico para la observancia del Día del Señor. ¿Por qué adoran al Señor los cristianos el domingo en lugar del sábado? Archibald A. Hodge nos ayuda a comprender el cambio bíblico e histórico del día de reposo al Día del Señor. Luego Ezekiel Hopkins nos presenta una breve ponencia sobre cómo le rendimos culto a Dios en público, mientras que William S. Plumer nos enseña que nuestras obligaciones del Día del Señor incluyen al hogar. Aparte de adorar a Dios en público y en el hogar, ¿qué tipos de obras debemos realizar el Día del Señor? Ezekiel Hopkins explica las obras de devoción, las necesarias y las de caridad. Thomas Case nos exhorta sabiamente a honrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el culto el día de adoración. Y, para terminar, Jonathan Edwards pone en claro que el Día del Señor no nos fue dado para ser una carga, sino un tiempo de placer inestimable.