El mundo es percibido, cada vez más, como una federación de religiones, de culturas o de civilizaciones que se enfrentarán inevitablemente o que, de hecho, ya lo están haciendo. Pero una de las razones por las que el mundo se ha vuelto peligrosamente inflamable es, precisamente, la suposición de que las personas pueden ser clasificadas sobre todo según la religión o la cultura. Para Sen, el conflicto y la violencia actuales son sostenidos, igual que en el pasado, por la ilusión de una identidad única, por la creencia en el poder abarcador de una clasificación singular que ignora la relevancia de otras formas -más allá de las culturas y de las religiones-.