Soy médico -escribió la doctora África Sendino-; he metido las manos en la masa del sufrimiento con la noble intención de aliviarlo. Y si he tenido el privilegio de tocar en otros cuerpos tanto dolor, ¿cómo no permitir que otros lo toquen en el mío? Gracias a esta enfermedad que sufro he comprendido que compartir el dolor no significa simplemente asumir el dolor ajeno, sino también repartir el propio. Yo tengo sufrimiento, de acuerdo. Puedo repartirlo o guardarlo para mí. He decidido entregarlo. Y al decidirlo he comprendido que es así como se alivia y que para eso -para entregarlo- existe. Durante su convalecencia, la doctora Sendino fue tomando notas sobre su experiencia de la enfermedad, de cara a un libro que deseaba escribir. Ante la inminencia de su muerte, le pidió a Pablo d'Ors que le ayudase a culminar esta tarea. El autor, que le atendía espiritualmente, rescata sus anotaciones y las contextualiza en una vida que no duda en calificar de ejemplar. Un testimonio sobre lo que al final de verdad importa. Un texto sin concesiones, tan escueto como directo al corazón. Un relato necesario sobre una muerte que da vida.