En este número de Portavoz sobre Encarnación, J. C. Ryle da una explicación provechosa, clara y bíblica de lo fundamental en cuanto a la encarnación de Cristo. John Flavel nos ofrece luego un vislumbre extraordinario de la gloria de Cristo antes de su encarnación; la gloria y relación de amor que tenía con su Padre celestial antes de que comenzara el mundo. Demasiados cristianos en la actualidad piensan en la Encarnación solo en términos del niñito en el pesebre, sin relacionarlo con el propósito eterno de Dios—sus consultas y decretos. A. W. Pink nos ayuda a vencer esa miopía. Mientras estamos en el tema de la preencarnación de Cristo, Lorraine Boettner nos da una provechosa reseña de ciertos pasajes que enfocan la existencia de Cristo antes del tiempo: Jesús hizo muy claro el hecho de que su existencia no comenzó sencillamente cuando nació en Belén. Y Belén pequeña fue el punto preciso en que el propósito eterno de redención de Dios se convirtió en una realidad histórica. Horatius Bonar nos dice que “Belén es donde comienza la historia”. ¿Lo creemos? Thomas Boston nos ayuda a entender el nacimiento de Cristo: la concepción virginal, la santificación de la naturaleza humana de Cristo, la unión de la humanidad con la Deidad en la persona de Cristo y por qué Jesús tenía que nacer de una virgen. La doctrina gloriosa de la Encarnación se va desplegando a medida que William S. Plumer describe el evento más grande que jamás sucedió; Dios se hizo hombre. Con un segundo artículo John Flavel explica la humillación necesaria del Hijo eterno de Dios —su naturaleza, niveles y duración— mostrándonos que tenía que ser grandemente humillado antes de ser grandemente exaltado. Charles Spurgeon nos da la última palabra. Explica que en el Dios-hombre podemos ver todos los atributos de Dios. Pero quiere que nos enfoquemos en esta gloriosa visualización: ¡Jesús estaba lleno de gracia y de verdad!