Jack Ryder sabía que escoltar a la altanera gran duquesa de Maubourg hasta Inglaterra no sería una tarea fácil. Pero en su condición de espía y aventurero se creía más que capaz de manejar a Su Alteza Serenísima. Sin embargo, no estaba preparado para su belleza, su sinceridad, ni el modo en que se adivinaba la sensualidad a través de la fachada de frialdad. Y lo que empezó como una misión iría dando paso rápidamente a algo mucho más peligroso y personal.