La sustancia del siguiente pequeño tratado fue dada a mi congregación hace algunos años, en un curso de sermones semanales. Se me ocurrió entonces que tal vez lo que había instruido a mi propio rebaño podría ser de algún pequeño servicio para otros; pero por una u otra razón el asunto fue dejado de lado. La intención concebida entonces se ha cumplido ahora, aunque en medio de innumerables ocupaciones y algunas circunstancias dolorosas en mi círculo familiar.
El propósito de esta obra es ayudar al cristiano en la práctica de la teología, más que al teólogo en el estudio de la misma. Escribo para el discípulo, no para el maestro. Despertar al pecador, guiar al indagador y ayudar al creyente en el camino de la vida -más que conducir al estudiante a través de los intrincados laberintos de la controversia o a las profundidades del profundo conocimiento bíblico- es el objeto más elevado que mi ambición literaria me ha llevado a buscar, o que mi propia conciencia me llevará a esperar que pueda obtener.