Este libro, cuyo subtítulo es Meditaciones sobre los dogmas marianos de la Iglesia, presenta tres conferencias que Joseph Ratzinger dio en la primavera de 1975 en Puchberg (Linz, Austria). Hans Urs von Balthasar le pidió que las publique y él mismo colaboró en la edición, cuando el gran teólogo alemán fue ordenado arzobispo de Múnich y Frisinga.
El deseo que movía a las tres conferencias fue «escuchar serena y sobriamente lo que en verdad ha permanecido de la fe mariana y lo que también en adelante habrá de permanecer» después de tantos años de retroceso de lo mariano en la Iglesia. Se trata, pues, de una introducción a lo que la Iglesia ha creído, cree y creerá del misterio de María, la Madre del Hijo de Dios, en la que el autor pone toda su lucidez teológica como también lo hizo en su decisiva Introducción al cristianismo. «Espero» nos dice Joseph Ratzinger «que este pequeño libro ayude» al cristiano a comprender y apropiar lo que no puede perderse, lo que debe permanecer de los dogmas marianos de su querida Iglesia.
En el primer capítulo está consagrado al «lugar bíblico de la mariología», en donde se pone de relieve la teología de la mujer que ya estaba presente antes de la encarnación de la Palabra y le preparaba el camino: «La figura de la mujer es imprescindible para la consistencia y la estructura de la fe bíblica». El capítulo segundo está consagrado a los dogmas marianos primordiales, que por ser originarios son una realidad viva que «cumple su ley precisamente en su desarrollarse».
El dogma de la «Asunción de María en cuerpo y alma a la gloria del cielo», por ejemplo, tiene su origen en la veneración de María. Su origen, impulso y sentido no es está tanto en querer fijar un contenido en una afirmación, sino en el rendir homenaje: «Lo que Oriente hace por medio de la liturgia, del himno, del rito, sucedió en Occidente en la forma del hacerse dogma ... como acto de veneración». Venerar a María es alabar a «Aquel a quien la hija de Sión se debe y agradece y a quien ella lleva en sí como la verdadera, incorruptible e incólume Arca de la Alianza».